El rastro

La verdad es que hacía por lo menos un año que no iba al Rastro (desde que acompañé a Anita a que rematara su proyectazo antropológico sobre él)y es que una se acostumbra a zascandilear los domingos por la mañana y se dedica a emplearlos en recuperar horas de sueño (si, ya se que el sueño no se recupera, queda perdido en algún lugar mejor!), escuchar música (ahora que puedo otra vez!), limpiar (que Oh dios mio!! cómo se nota que entre diario a una no le da tiempo y que no todo se debe guardar en los diferentes cajones/armarios/cajasdedebajodelacama ) o perder las horas haciendo nada (y eso tampoco se recupera..)

Así que aprovechando la invitación, el buen tiempo que ha hecho y que el fin de semana ha sido de los de ver peliculas y vegetar , lo suyo era irse al Rastro. Y si, estaba como siempre, lleno de gente y puestos de los que venden mil cosas (sigo pensando que los mejores son los que hay abajo del todo, en los que ponen en una manta mil cosas de segunda mano). La verdad es que reconozco que hasta que Ana no me empezó a comentar la organización de los puestos del rastro yo era de las que iba al rastro (como todos no?) dando vueltas intentando encontrar algo (bueno mas bien mirando...) pero con eso de que una ya sabe donde se coloca todo pues es mucho más rápido ir, encontrar piercings para algún desesperado por tuercas perdidas, comprarte unas camisetas en algún rincón mientras llegas al puesto deseado, recibir regalos improvisados y terminar en la Casa de Granada tomando el Vermut con un grupo de gente desconocida de lo más agradable...

Y claro, no te puedes sentar en la terraza de la Casa de Granada (que gran invento los bares en los áticos!), ponerte a desgranar la realidad de América latina (suena pedante, lo se pero ¿sabes cuanto hace que no tenía una conversación así?!), lo dificil que es grabar un disco y que se venda o lo envidiable que es pasar el año nuevo en Marruecos, sin llegar a tu casa a las cinco de la tarde con la idea de que esta claro que tiendes a desaprovechar constantemente las mañanas de los domingos... y es que las mañanas de los domingos por lo visto tampoco se recuperan (como las horas, el sueño.....).

Aunque después de un fin de semana en el que te dedicas a ti misma en cuerpo y alma haciendo exactamente lo que te apetece hacer, siempre te queda cierto mal sabor de boca por tener la sensación de no haber estado donde quizás deberías haber estado.