jueves, noviembre 06, 2008

Desequilibrios




Me he despertado con la necesidad de escuchar (que bonito verbo) el berrido de la Joplin y, ya puestos, acompañarla, que no se diga que no existen diferentes formas de liberación y que no las puedo aprovechar todas en 48 horas.

Pues si, el problema de que seamos una panda de desequilibrados contenidos (unos más que otros) es que de cuando en cuando tenemos la necesidad de reventar, de la forma más insospechada, por supuesto, pero reventar... y que salga el sol por antequera.

Y en esas estaba yo ayer por la mañana, moviendo compulsivamente la barbilla (dudoso honor que me ha concedido la naturaleza para informar a los cercanos de que voy a empezar a llover o, en su defecto, manipular a quien no lo sepa para conseguir algo importante como puede ser pedirme una caña), con el clinex en mano para recoger fluidos que pudieran desbordarse por los orificios de mi cara e intentando que las lentillas no naufragaran en la marea. Contenida, eso si, echándome carreras al baño a la mínima que notaba el calorcillo salado por las mejillas (se que es salado por mantener esa costumbre infantil de sacar la lengua y cazar alguna que otra lagrimilla, esta manía va a ser por culpa de la sequía esa que nos cuentan todos los veranos).

Vamos, envidia que hubiera tenido la Dama de las Camelias de haberme visto ante semejante derroche de gestualidad dramática innecesaria. Claro, que este tipo de comportamientos está muy bien cuando estás en tu casa tan ricamente clamando "porca miseria" mientras te golpeas rítmicamente el pecho y decides que el mejor sitio para contener tu drama es estar apoyado contra una pared, pero cuando andas paseando por un sitio público en donde te conocen no es, quizás, una buena forma de pasar desapercibida.

En esas estaba yo, intentando contener mi vena dramática porque algo de cordura me quedaba, por mucho que mi físico se empeñara en liberar líquidos en un momento tan inoportuno y en un lugar tan público.Y pasa lo que suele pasar en estos casos, que te encuentras con alguien con quien te ves obligado a hablar.

- ¿cómo estás? ¿que tal ayer? ¿que te dijeron?

Parpadeas. Inspiras. Parpadeas. Inspiras. Y te das cuenta de que no hay nada que hacer, tu Yo dramático te ha dominado y necesitas rasgarte la camisa y gritar "porca miseria". Notas calorcillo en los ojos y repentinamente está todo borroso. Aún así, y cómo si la experiencia no te hubiera enseñado que intentar explicarte es peor, intentas hablar... entonces es el fin, se te quiebra la voz, te das mogollón de pena a ti mismo y te convences en cuestión de segundos de que eres el bicho más desgraciado del planeta, te invade una inexplicable congestión nasal, y cuando por fin notas los goterones en tus mejillas te limitas e intentar decir con esa voz nasal que uno solo tiene cuando tiene la gran gripe o la gran llorada:

- Pezdona, voy al baño.

Vas al baño, por supuesto, para comprobar que la lentilla sigue donde debe de estar porque, total, el gran ridículo ya lo has hecho y ya has dejado a una persona en el pasillo, parpadeando, pensando que tienes algún tipo de enfermedad mortal. Pero debes ir al baño, por eso y porque sabes que lo siguiente es abrazarte a alguna pared o ser vivo que por allí deambule para que pueda compartir contigo tus sofocos y haga de clinex improvisado (¿a cuantos seres vivos le hemos dejado el hombro lleno de mocos?).

Total, luego sales del baño, dignamente, con tus ojos y tu nariz pimentona coloraos como tomates, te vuelves a poner delante de la persona a la que has dejado convencida de que vas a morir, le regalas una sonrisa y dices:

- Bueno ¿y tu? ¿que tal todo?

Esto nos ha pasado a todos alguna vez ¿no?

2 comentarios:

Pipilota dijo...

No

Yo si tengo un arranque así no dejo con la duda a quien ose preguntarme... me stás empezando a preocupar. u_u

*V* dijo...

Uy, tranquila, una que está loquisima perdida ;D