lunes, agosto 31, 2009

De vuelta



Yo no es que tenga mal despertar, es que interrumpir el ritmo natural de mi organismo pone a mi cuerpo de una mala leche espantosa, pero no soy yo, es mi cuerpo que no concibe que se le tenga que torturar, y todos sabemos lo chungo que es controlar a veces esas cosas, es como las gastroenteritis repentinas o la gripe... a veces simplemente nuestra natura nos domina! y bueno, vale, quizás mi natura matutina es confusa y con una pízca de mala hostia, pero si no me echo la culpa por tener gripe no me puedo echar la culpa de un ataque de confusión o de ira matutina.

En cualquier caso es comprensible por aquello de la tortura veraniega. Empiezo a concebir que las vacaciones son una forma de tortura que hace que mi cuerpo (no yo, que conste, son todo cosas suyas) se vuelva nacionalista radical. Lo normal. Ante un ataque se espera una reacción y eso es lo que me pasa a mi con la vuelta al cole. Ni depresión postvacacional ni leches, me entra una mala leche y un espesor mental más exagerado de lo habitual y más dificil de controlar.

Y no es que las vacaciones sean una tortura, al contrario, estar de vacaciones aunque sólo sea por dormir lo que tu cuerpo necesita, comer cuando tu cuerpo lo necesita, limitar el estrés y desconectar, son estupendas....pero cortas. Ese es el problema, te regalan unos días al año para que sepas cómo se viviría en Utopía para luego devolverte de forma brusca y repentina a la realidad. Así ha pasado esta mañana, que cuando el despertador ha "sonado" a las seis, no sabía como apagarlo. Si, había olvidado apagar el despertador y eso, por supuesto, me estaba poniendo de una mala leche tremenda porque, para que nos hagamos una idea, mi despertador tiene un sonido muy parecido a cómo sonaría mi gata si la estuviera destripando al lado de un altavoz. Más o menos.

Estar oyendo eso, constantemente, y no tener muy claro como se hacía para que se callara diez minutillos más (de esos de "por fi, por fi, solo diez minutos más") o, simplemente, para que se callara sin más, hace que tu cuerpo se levante en un estado de tensión de los que es complicado eliminar a lo largo del día. En esas estaba, mi cuerpo, parado, delante del despertador.... la neurona suplente de la neurona de guardia, que por lo visto había ido a dar una cabezadita ( o a recoger los cadaveres de las neuronas que no han superado el shock postvacacional), ha decidido dar la orden de pegarle golpecitos a los mil botones... sin orden ni concierto, lo que no ha conseguido nada, claro. Así que cuando ha reaparecido la neurona de guardia lo único que le quedaba por hacer era gritar "tira del cable! aunque sea tira del cable! pero que se calle!". Y se ha callado, claro. Pero mi cuerpo se ha tomado el asunto como si le hubiesen puesto electrodos. Y así es imposible salir a la calle sonriendo y sin resoplar.. pero más sobre todo porque, después de una experiencia así, tu cuerpo se concentra en valorar los daños y no puedes hablar, ni sonreir, ni na de na. Fatal de necesidad.

Y yo me he tirado todo el día preocupadísima intentando recordar como narices se apagaba el despertador porque sino, mañana, me pasa lo mismo.

2 comentarios:

Verónica dijo...

Jejejejeje ..... ¡Probe Vero!

¡No vas a tener más remedio que dedicar un rato esta tarde a averiguar como coño funciona el puto despertador!

Si te sirve de algo, en un par de días, lo apagarás sin meditarlo ni un segundo.

Besos

*V* dijo...

Pooobre yoooooooo!! ahora solo me queda contar los días que faltan para el finde! (la rutina, vaya ;D)

Pero lo del despertador, controlao! ;)