miércoles, diciembre 09, 2009

de Navidad



Los centros comerciales abarrotados de gente que te empuja, te aplasta, te arrastra y te invade hasta tal punto que te planteas seriamente tus dotes en eso de la invisibilidad o tu capacidad por convertirte en Masa.

El bombardeo de anuncios publicitarios que te permiten darte cuenta de que la Nancy se está "abarbietando", que no reconoces a los barriguitas, que si van a fabricar un peluche de un perro que come, babea, muerde, gruñe, ladra y...y todo lo demás.. ¿no es mejor adoptar un perro de verdad?. Para remate te enteras de que los Pin y Pon tienen manos y que, dentro nada, los plaimobils (los clics de toda la vida!) los harán con codos... que no se diga, todo sea por vender como si hay que hacer una muñeca que tenga la cara de tu madre, hable como tu madre y diga frases de madre (estilo "cualquier dia de estos cojo la maleta...").

Las luces Navideñas abstractas, tanto que he empezado a hacer concursos sobre qué son exactamente. Las mismas luces navideñas que iluminan la habitación casi más que las luces de casa. Esas luces navideñas que tardan más o menos tres días en fundirse por lo que la mitad son inservibles pasado el puente de diciembre y en Navidad sólo quedan formas luminosas navideñas más abstractas de lo que ya eran.

La gente disfrazada de papa Noel por todas partes... y a mi es que Papa Noel ni va ni me viene, la verdad, una que es tradicional y fiel a los Señores de oriente y a Chencho.

Los gritos y los petardos. Si en España nos enorgullecemos por habernos tragado un altavoz, en navidad nuestro gritos alcanzan dimensiones insufribles, en concreto, los gritos adolescentes gracias a los que llegas a sentir, incluso, que te empieza a sangrar el tímpano.

Las mil cosas, algunas asquerosas, que nos empeñamos en intentar comer, del tipo, fruta escarchada, polvorones de mil sabores (un polvoron es un polvoron y punto), frutos secos que no comemos en todo el año aunqeu estén ahi, marisco hasta para desayunar (llega un día en el que oler a gamba te parece la cosa más natural del mundo).

Y, sobre todo, las mil cenas sociales a las que asistes porque no te quedan más pelotas y en las que las pasas pensando en la hora de irte... y es que, digo yo, qeu si quisieras cenar con tus compañeros de trabajo ¿no hay noches en todo el año?

Pero... y siempre hay un pero.... poner el arbol de Navidad. Quedar con toda esa gente con la que tanto cuesta quedar porque parece que en estas fechas sabemos dividir mejor el tiempo, descubrirte berreando villancicos insufribles hasta con tu abuela, los momentos previos a las doce uvas (o ese nervio tonto que, a mi al menos, me entra..), la sopa del día de Navidad que hace que tu estomago quiera pofundamente a tu madre, la mañana de reyes.... esas cosillas todavía hacen que me guste la navidad.

Y eso que quedan dos semanas pero vaya, que se ha abierto la veda de cenas y eventos así que antes de estresarme, mejor poner algo medianamente positivo sobre todo esto.

2 comentarios:

Verónica dijo...

Me quedo con tu pero y añado mi envidia por no poder afirmarlo lo mismo.

Se me cuide usted de los muchos atracones que la esperan ...

Un beso

*V* dijo...

:)

igualmente, de los atracones hay que cuidarse... venga, y disfrutarlos! ;D

Beso!