lunes, agosto 30, 2010

De vuelta



La mejor forma de reincorporarte al trabajo después de las vacaciones es no dormir la noche de antes. Sin duda.
Yo que, después de haber presenciado en un vagón de metro cómo se puede desatar la euforia hasta límites insospechados cuando mezclas una despedida de soltera con Toni Genil, pensaba que esa escena era el punto de inflexión: definitivamente estaba en Madrid. Pero no. Para darme cuenta de que realmente estaba en Madrid y se habían acabado las vacaciones sólo necesitaba otra escenita nocturna de violencia de genero protagonizada por mi vecino de abajo. Mi barrio es un circo.
Así anoche, mientras me convencía a mi misma de dormir (que ya es bastante), mi vecino de abajo, que parecía que desde el último espectáculo de machito neanthertal había decidido dar un paso hacia la civilización, decidió demostrar que iba de farol y que lo que le mola es que los demás pasemos la noche llamando a la policía y poner a prueba nuestra paciencia, mental y moral.
La cosa empezó suave, a eso de las doce de la noche, con una especie de soniquete en la escalera que parecía más que estaban forzando una puerta que una pelea marital. Y es que, creo, en principio la historia era esa, que en un momento de lucidez la señora esposa del neanthertal también decidió dar un paso evolutivo y poner de patitas en la calle al tipo que cada cierto tiempo le marca la cara.
Yo, que andaba nutriéndome de películas, series y supercherías varías (porque ya digo, el sueño y yo estamos en negociaciones), me acerqué a la puerta, armada con el teléfono (cómo si un teléfono me fuese a solucionar la vida en ciertas situaciones) , para localizar el origen de los ruidos y actuar en consecuencia (que eso puede ser meterme debajo de la cama y lloriquear).
Pero no, antes de que llegara a la puerta, las voces del neanthertal me confirmaron que, por suerte para mi y para desgracia de mi vecina, era la misma escenita de rigor. De las voces pasó a las patadas en la puerta y a descargar adrenalina con la barandilla (por aquello de que por ser nombre en femenino también le ponía de mala leche, debe ser) y algún que otro golpe le cayó de refilón a su pareja cuando esta intentó salir a recordarle que no estaba sólo en el planeta y lo mismo había vecinos a los que podía molestar.
Toda mi valentía, alentada por la seguridad de que algún que otro vecino saldría, se redujo a avisarle de que iba, de nuevo, a llamar a la policía. La mirada, los gestos y alguna que otra palabra me dejaron clarito que no tenía inconveniente en regalarme el mismo trato que a la puerta y a la barandilla. Y llamé a la policía, claro, que a estas alturas tiene los números de teléfono de la gente de mi edificio en una lista de números frecuentes.
Cuando la patrulla de turno quiso aparecer (y nos ponemos ya en la una y media de la mañana) mi vecina había decidido bajarse, con el bebé, al banco que hay frente al portal y dejar al neanthertal dentro de casa, con el otro niño (esta mujer tiene grandes ideas también...) y llamar a una amiga o lo que fuera, que se sentó allí con ella a charlar. Esto lo sé porque cuando parecía que todo había pasado, el neanthertal tuvo un ataque de claustrofobia y decidió sacar la cabeza por la ventana para gritarla desde la ventana. Esto, en verano, con las ventanas abiertas...da la sensación de que el tipo está en tu habitación.
Pero vaya, yo dije, pues mira que bien que seguro que está esperando a la policía y lo mismo de esta le denuncia o algo. Ilusa que soy. La policía llegó y ella les despachó, otra vez, con argumentos del tipo "aquí no ha pasado nada, cada uno en su casa y dios en la de todos" y con actitud de que la cosa más normal del mundo es estar a la una y media de la mañana con un bebé en la calle y con un tipo gritándote desde la ventana para que subas y te pueda partir la cara más cómodamente. El mismo hombre que unos veinte años antes la convenció, imagino, de que el amor, a veces, tenía esas cosillas.
Conclusión, si mi media de horas de sueño está en seis diarias, hoy se ha reducido a tres y media (porque claro, ya si te vas a la cama encabronada no duermes...) y eso para volver a la rutina laboral es mortal.
Definitivamente, he vuelto.

2 comentarios:

Verónica dijo...

Pues ... ¡ya estamos todos aquí!

La historia que cuentas es una de esas que uno no se explica hasta que te la cuenta la protagonista. Entonces, sigues sin entenderla pero puedes comprender la situación. Al menos, eso me pasó a mí, hace tiempo.

Sólo puedo decirte una cosa: la próxima vez, silba, te alojaré durante una noche, y, al menos, podrás dormir.

Un beso

*V* dijo...

Hay historias complicadas, pero se complican más cuando afectan a futuras historias de otros... y a mi es que eso de que haya bebes por medio... pero vaya, yo seguiré llamando eternamente a la policia a ver si un día...

Y Gracias! lo tengo en cuenta por si necesito silbar (aunque sea por internet ;D) pero por ahora lo de no dormir está resultando hasta productivo :D

Feliz vuelta! beso!