jueves, mayo 26, 2011

Crecer


Definitivamente estoy haciéndome mayor. Y no, hacerse mayor no tiene nada que ver con aquello de madurar y su comparativa gastronómica. Existen dos vertientes diferenciadas en esto de hacernos mayores, la de las acelgas ya explicada, y esa otra en la que simplemente te vas dando cuenta de que tu cuerpo no es el mismo, algo está pasando y está jodidamente relacionado con la gravedad.
Para mí, de férreo espíritu de letras, esta sacudida realista de mano de las ciencias es francamente dolorosa, especialmente en lo relativo a la aceptación de la realidad. No es que no esté hecha a la idea de que mi cuerpo sufra el triple que yo eso tan extraño que es el tiempo en sí, sino que me sorprende que, desempolvando el espíritu de supervivencia y los instintos más primitivos que hay en nuestro ser, lo primero que cambia es tu mente para que te adaptes a los inminentes cambios de tu cuerpo. O lo que es lo mismo.
De un tiempo a esta parte me he dado cuenta de que hago cosas que antes ni se me pasaban por la cabeza, no porque considerara que eran comportamientos negativos sino porque literalmente no se me pasaban por la cabeza.
El rollito con los vaqueros. Yo, por mucho esfuerzo que le pusiera al desarrollo de mi ego macarra, crecí masacrada por imágenes de las Spice Girls y Shakira (sí, ya entonces estaba, parece joven pero...). Eso implica que por mucha camiseta del EZLN que llevase, los vaqueros tenían por definición una característica y es que debían ser bajos de cintura. El día que me ví a mi misma subiéndome los pantalones hasta la mitad de la cintura porque tenía le sensación de que se me estaban cayendo o que me faltaban ropa me dí cuenta que algo estaba pasando.
Después, las camisetas. Ya no es que se haya pasado la moda de mostrar exóticamente el ombligo y el, por supuesto, inexistente vientre (no porque no lo tuviéramos sino porque daba igual tenerlo, el caso era enseñar), es que de repente tu armario es un arsenal de camisas (véase que ya llevan la terminación -etas por ningún lado porque hay un exceso de camisas frente a camisetas) o similar, largas. Pero largas, largas, que si quedan por debajo de la cintura mejor. Y anchas, que cómo mucho marque un poco el pecho. El escote sigue estando, claro, pero de repente también te das cuenta que ante determinados escotes de determinadas camisetas/ camisas/ inventos varios te pones algo debajo. Eso, hace escasamente cinco años, era impensable. De hecho, parte de la gracia de arreglarte un fin de semana radicaba en vaqueros bajos, camisetas ajustadas, cortas con escote. Conclusión, arreglarse como en su momento ya no es una opción porque directamente si te vistes así, no te ves, es que no te ves.
Pero de lo que me he dado cuenta hoy, que es lo que ya definitivamente me convence de que algo ha cambiado, es de la incomprensión de la moda. antes entrabas en una tienda y dirigías el cotarro, sabías qué era cada cosa. ¿Suena raro? pues no, no lo es. Hoy, he entrado en una tienda, por mirar (no sea que de repente me vuelva loca y lo que tenga que mirar después sea mi cuenta bancaria) y me he dado cuenta de lo que he empezado a hacer desde hace un tiempo: miro la etiqueta no con intención de saber el precio sino para saber qué coño es la prenda en cuestión que llame mi atención (pareados que se me están pegando me cagüen...)
¿Un vestido? no,no, no,no... es decir, no. Eso lo uso de camiseta, es imposible que sea un vestido, nada, que no puede ser. Miro la etiqueta para confirmar qué leches es. Vale, un vestido, pero no, debe ser que se han confundido.
¿Una falda? ¿una camiseta de las que me ponía antes? ¿un biquini? ¿un retal que se les ha colado y lo intentan vender cómo falda? Definitivamente un cinturón de tela, no puede ser otra cosa.
Así, en eso se está convirtiendo mi cabeza que me advierte, desde ya, que tengo una edad (y no cómo la de Shakira) y que aquello de me pongo lo que quiero ha pasado a mejor vida.
Después, claro, empezaré a comprar acelgas y entonces entenderé que aquello de las acelgas tenía un sentido que probablemente sea lo duró que se hace digerir las cosas con los años.


Y en otro orden, en pequeñito, aunque en más grande en mi cabeza.... otras cosas

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