miércoles, febrero 29, 2012

Del paro

Adoro las despedidas. En serio. Ese gran momento de lagrimón y pañuelo en mano ¡qué liberación! es cómo sentarse en el sofá rodeada de patatas y chocolate dispuesta a ver "Campeón" con la única finalidad que tiene esa película: llorar a lagrima viva.

Con las despedidas me pasa lo mismo, soy de ese tipo, de las que se pasan tres días llorando, recreándome en el drama que se acerca, recuperando y hasta inventando recuerdos en pro de la liberación del lacrimal reseco. Anulo los recuerdos negativos, aplico edulcorante a los recuerdos normalitos, le pongo banda sonora y listo, peliculón de los que te hacen hipar. Y es que debe ser que " Verano Azul" cumplió su objetivo conmigo y me causó la madre de los traumas y ahora cada vez que algo termina me veo pedaleando por una playa nublada y solitaria en Nerja con el Dúo Dinámico de fondo.

Dicho así no suena triste, bueno, suena triste de otra forma a la que me refiero. Pero en mi cabeza, que al final es donde las cosas se convierten en reales, es un dramón en toda regla. El fin del mundo, o peor, el final de la película, que es la mejor forma de interpretar eso tan absurdo que llaman realidad.

Por eso, en este gran país de seis millones de parados (seis sí, millones sí) estoy disfrutando como una enana, venga a llorar por despidos constantes, incluido el mío. Tal y cómo yo lo imagino todo esto tiene pinta de ser una película en plan "Oliver Twist 2.0" cambiando las colas del hospicio por las del INEM y la humedad londinense por la sequía madrileña. Esto lo complica todo porque al final no me queda claro si lloro de purito acojone o por sentimentalismo ñoñero. Estoy confusa con eso, la verdad, aunque empiezo a pensar, ya digo, que es puro vicio. Y es que oye, luego parce que los ojillos se te quedan como nuevos después de haberte pegado una sesión intensiva de lagrimas.

Cómo sea, para mí, una despedida sin lágrimas no es una despedida ni es ná. No se disfruta igual. No es lo mismo recoger tu mesa de trabajo pensando "esto lo tiro, esto lo dejo" que pasar una semana recogiendo pensando "oooh, el clip que he usado en cuatro documentos... ooohhh el post it que puse el primer día y que nunca he quitado por pereza...oooohhh... el rotu chulo...este me lo llevo". La diferencia es obvia. La segunda opción es más entretenida.

Lo curioso es que soy consciente de que la mayor parte de las veces (aunque no todas, claro) los motivos para llorar son nulos. De hecho incluso se agradecen ciertas cosas (no voy a negar que perder de vista a mi compañera de al lado no vaya a suponer un punto positivo para muchos de nosotros). Yo siempre lloro por la gente, por lo que voy a echar en falta en mi día a día. Puedo pensar, que lo intento, que al fin y al cabo las amistades que merecen la pena se mantienen. Sí, pero no. No es lo mismo... y aquí comienza otra vez la película. Que si recuerdos, que si musiquilla y... lagrimón.

Por suerte, el azar (o la matemática o Shiva o, concretamente el que va a ser mi ex jefe) puso en mi camino a gente, ya digo, cómo mi compañera de al lado que siempre endulzan estos momentos por el simple hecho de pensar en no volver a vernos jamás en la vida (y cuando digo jamás es por siempre jamás).

Vendrán, este año, esas otras despedidas que no me hacen tanta gracia, pero esas mejor no pensarlas todavía.


3 comentarios:

Unknown dijo...

Q INTENSA TU REFLEXION ANIMU.u QUERIDA †

Verónica dijo...

Oye, que no tenía yo ninguna gana pero, gracias a tu reflexión, aquí estoy, acordándome por primera vez en mucho tiempo de aquella despedida mía ....

No lloré (y mira que las lágrimas y yo somos compañeras inseparables)pero no voy a negar que tenía un puntito de tembleque en las rodillas.

De eso habrán pasado, dentro de nada, ya dos años y, ahora, la lagrimilla me la provoca algo muy distinto: La casi seguridad de que se me va a terminar el paro y no voy a ir a mas entrevistas de las que he hecho hasta el momento (osueasé, dos, ni más ni menos). Eso sí que da acojone, tocaya.

Por lo demás, tranquilidad, creo que no tardarás mucho en encontrar algo (así ha sido hasta ahora, que yo recuerde) y, la próxima vez, al menos, seguro que cuentas con una mejor compañera (más que nada porque hay cosas que no pueden empeorarse).

Un beso y, ya sabes, ánimos. Si necesitas información sobre la vida del parado ya sabes, cuento con un largo máster.

*V* dijo...

Ya Elemento, así tenemos el país, para intesidades ;)

Ay Verónica, que te voy a contar que no te cuente ya de vez en cuando ;D

Ánimo guapa! ;*