sábado, noviembre 24, 2012

Mandarinas


Tras emplear todos mis esfuerzos en concluir si los caramelos y los chicles caducan (Sí...no, no, espera...era que no...bueno da igual) ahora en todo lo que puedo pensar es en mandarinas. Las mandarinas caducan, eso lo sé, todo esto es más por la ausencia de relevancia de la mandarina. Debe ser que esta semana he hablado de más sobre frutas y ya se me ha ido de las manos. 
El caso es que, cómo bichos humanos tenemos pasión por las metáforas con la comida (no voy a volver a hablar de acelgas) y las mandarinas no podían dejar de tener la propia, y es tan fea que da penica. Es esa metáfora en la que la naranja es la reina y la mandarina es... vulgar, mediocre, es masa. 
Yo no tengo nada en contra de las mandarinas, he de decir, simplemente no las como. Yo por elegir fruta prefiero cualquier otra, la mandarina siempre la he visto más así, en plan "cómo no tengo nada que comer y tengo hambre me como una mandarina". Pues eso, vulgar la pobre. Sin personalidad ni nada característico. Como un colín (cosa que también me indigna, los pobre colines que además son adictivos, pero ahí está el pan, robando protagonismo). Vamos que no es que no me gusten las mandarinas, sólo que nunca me apetecen. Pero eso no quita para que no pueda ser yo la primera que se levante en pro de los derechos de las mandarinas. O de su uso literario. 
Y es que a mí esa frase de "mientras encuentro mi media naranja voy comiendo mandarinas" me pone, pero de los nervios. ¿Mandarina? ¿En serio? ¿Equiparar personas con mandarinas? ¿que no hay otra fruta? yo es que por elegir prefiero que me llamen ciruela, bueno, tampoco sé si llego a grado de ciruela. O saltando a otras categorias, cacahuete es incluso mejor, es salao, pequeñito pero sabroso. Pero ¿mandarina? y lo que es peor, su plural. Luego que si todos estamos en contra de las clases, y mira, convirtiendo en reinas a las naranjas y dejando un inmenso mar de mandarinas proletarias infravaloradas. Si es que cuando Platón se puso a hablar de mitades no se daba cuenta del daño que hacía. 
Porque esa frase que encumbra a la mitad de una fruta (ni siquiera una fruta entera) deja por los suelos a otra fruta, es cómo decir que no llegas ni a media naranja (y a naranja entera ni te digo), convierte en medio segundo a las mandarinas en algo de chicha y ná. Cómo si una naranja, o media, fuera más original que una mandarina, y eso que a veces las naranjas empachan mientras que las mandarinas no. Ojocuidao, que lo mismo si nos obsesionamos con naranjas terminamos aburridos y con anemia o algo.
Esto aplicado a gente está feo. Vamos que si alguien te dice "es que mientras encuentro mi media naranja voy comiendo mandarinas" es para pensar "pues a mi no me toques ni con un palo" que después de frases así pocas ganitas se te quedan de convertirte en mandarina por andar prestando atención, tu atención de vulgar mandarina, a un/a colín. Porque si empezamos a pensar en mandarinas se nos va a olvidar que probablemente nos estamos convirtiendo a nosotros mismos en una de ellas. 
Que sí, que la metáfora está clara y está claro que no todas las personas son igual de importantes en nuestra vida. Pero, copón, no vamos a convertir a la gente en nada, restarle valor, porque por muy comunes que sean las jodidas mandarinas, te quitan el hambre, que ya es algo.
A mí (ego meum siempre) me parece mucho más considerado hablar de historias, que al final es lo que se tiene, historias más menos importantes que algo aportan aunque sea una batallita que poder contar. Un bol de frutas, vaya, que no todas son dulces, ni amargas, ni tan siquiera del mismo tamaño, y que algo aportan. Eso, claro, si se sigue un criterio, no estamos hablando aquí de comer como si nos hubieran reventado las papilas gustativas y con ellas todo tipo de filtro. 
Conclusión, leo: "mientras encuentro mi media naranja voy comiendo mandarinas" y me encabrono sin más, cómo si no tuviera cien mil cosas más interesantes que hacer y en las que pensar. O no, porque realmente divagar sobre la importancia o no de ser convertido en mandarina es una de esos entretenimientos propios, cómo los caramelos o las acelgas. No me lo tengáis en cuenta, es por intentar ser mandarina original. 
Y yo, que soy de fácil encabronar, debe ser, me alzo en defensa de los derechos de las mandarinas por no ser masa, aunque no tenga nada que ver conmigo. O sí, porque todos hemos sido o nos han hecho sentir alguna vez cómo una mandarina aunque siempre hayamos pensado de nosotros mismos que somos más... no sé ¿sandia?
Yo, en serio, me voy a posicionar y voy a elegir una fruta. Mejor no, porque ahora elegiría sandía pero claro, tengo mis días limón, y sin duda tengo que reflexionar más sobre la personalidad de las ciruelas. Incluso hay días que todo lo que me apetece es una mandarina, y es que ser naranja toda la vida debe ser agotador y enormemente aburrido. 
Pray for Mandarina y sus derechos. 
Me voy, a crear una pancarta por los derechos de las mandarinas o algo, mediocres las pobres.

2 comentarios:

Susana dijo...

fatal, estás fatal!!!!! jajajajajaaja

*V* dijo...

Reivindico los derechos de individualidad de las mandarinas y su desigualdad frente a las naranjas. A mi me parece super normal.
Eso sí, mejor ni oír la palabra Mandarina en una temporada que a mí cuando me da, me da... xD