domingo, febrero 03, 2013

España, camisa blanca



"Yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la Historia de España"

Que desde 1981 no haya dimitido ningún político trascendental en la historia política de este país, dice mucho de la casta que se ha ido gestando.
Que desde 1990 no haya vuelto a presentarse ninguna cuestión de confianza, lo dice prácticamente todo. 
En Mayo de 1980 el grupo socialista presenta la primera moción de censura contra el presidente del gobierno Adolfo Suárez. Defendida por Alfonso Guerra y manteniendo como propuesta de presidente de gobierno a Felipe González (puedo prometer y prometo) y que es rechazada a falta de 24 votos para conseguir la mayoría. 
A pesar de esto, en septiembre de 1980 se plantea la cuestión de confianza ante el congreso, oficialmente para pedir una política de austeridad económica y desarrollar el Estado de Autonomías. Extraoficialmente porque, dicen, el Rey, que dice que no interviene en la política, no se llevaba bien con Suárez y el ejército andaba ya revuelto, que es lo que el ejército hacía en esa época.
Suárez ganó, con 168 votos a favor y 164 en contra. Aún así dimitió. Sí, los Presidentes de gobierno de España dimitían. Consideró que a pesar de haber ganado no había logrado el suficiente apoyo político y, por tanto, representación democrática que le justificara estar donde estaba. Su partido estaba en declive y andaba en alianzas con la ídem popular, madre del Partido Popular de nuestros dolores. 
La de González, para mí, no tiene la trascendencia que tuvo la de Suárez. Sí, se lo que fue Suárez, y donde estuvo. Y la coherencia con la que luego actúo, y más viniendo de donde venía, que es en lo que me baso para defender a Carrillo cuando sale Paracuellos por bandera. Puedo equivocarme, por supuesto. Se plantea la moción de censura y la cuestión de confianza ganadas de antemano hacia un partido que tenía la mayoría absoluta y que, a pesar de tener más votos en contra y abstenciones que la UCD en su día, aquí no dimitió ni dios. 
Pero es que ya no eran las épocas que eran, de demostrar que en España se podía una democracia, que lo importante era probar esos nuevos instrumentos políticos que tenían como función darle voz al pueblo y alas a la imaginación de una libertad eterna. Un país, según nos cuentan, cuya política estaba al servicio del pueblo, más o menos. 
Probar que La Constitución, y las leyes que la completan, eran la panacea que España, camisa blanca de mi esperanza, necesitaba para ser un país fuerte, desarrollado, democrático. Hacer de la transición española mito y leyenda por los siglos de los siglos, y amén. 
Y nos lo creímos. A pesar de que el socialismo nos vendió a la OTAN, pasándose las movilizaciones populares por donde mejor le compensaba, que el socialismo obrero poco o nada tenía que decir ante esas cosas, estableciendo los primeros contratos laborales que algo nos tenían que haber hecho pensar sobre qué poder estaban teniendo las empresas en la política y mostrándonos los primeros casos de corrupción de la España dorada de la transición. Socialismo de pandereta que mantuvimos 16 años en España.
Y siendo como somos de valientes, votamos al PP, o se votó al PP pero ¿cual era la alternativa? con él llegó la era de la gloria del ladrillo, que ya había metido un poco la cabeza. Poderoso señor, Don Dinero. Pero todos estábamos estupendamente, porque entre unos y otros nos habían vendido el estado de bienestar, a pesar de que los libros de Historia, esos grandes marginados, ya hablan de ello, de otros países, de burbujas. Pero nosotros teníamos nuestra burbuja de colores, y esas cosas nunca nos pasan a los españoles que a listos no nos gana nadie. Y mantuvimos al PP, igual que hicimos con el PSOE. O se mantuvieron ellos solos. A pesar de las calles llenas de gente diciendo que no. Viendo cada día una televisión modelo NO-DO, esa que solo la derecha rancia de este país sabe hacer. 
Esta vez duró menos, ocho años. Pero como somos españoles y sabemos lo que hacemos, votamos al PSOE, para volver a demostrarnos, por si no había quedado claro ya, que la izquierda en este país no es que esté muerta, es que nunca ha existido. El PSOE, rosas en mano y puño en alto, nos elevó la jubilación, nos recortó derechos sociales y nos puteó cómo sólo el movimiento obrero español puede putear. 
Siete años, y bajando. Se adelantan elecciones, que no se dimite ni se plantea nada de confianzas porque ya, a estas alturas, aquello de La Constitución como guardiana justiciera abstracta de los derechos del pueblo (¿qué pueblo?) y de la España democrática de la transición, sólo quedan rumores y leyendas de los maravillosos ochenta. 
Y gana... el PP. Un año llevamos. Y el Presidente de mi gobierno, de mi país, de mi Estado, portada de medios de comunicación nacionales e internacionales por corrupción, habló el sábado, previo encierro de periodistas en una sala. Una rueda de prensa sin preguntas, método inventado por el PSOE y que se está perfeccionando. No para plantear una cuestión de confianza, si no para decirnos, ya ves tú, que él de dinero negro no sabe nada y que para demostrarlo va a publicar la declaración de la renta. Y entonces todo son risas porque ya no sólo sabes desde hace tiempo que ya no existe democracia sino que, además, te has dado cuenta de que los políticos saben, desde bastante antes que tu, que somos tontos.
Y estamos donde estamos. La Constitución ya no encaja, porque nos privatizan, y eso que la Constitución (a los políticos siempre se les llena la boca con ella) dice que eso está feo. Porque es una Constitución hecha para otros y por otros, con sueños y circunstancias ajenas a las nuestras. La gente está en la calle, constantemente. No ahora, ni hace un año, llevamos años ya. Eso es un síntoma de un país enfermo. PP y PSOE, dicen, saben como curar a España. Por si las moscas ellos se curan en salud con cuentas en Suiza o pagos a nombre de escritores inventados. 
Cada día, cada mañana, nos levantamos esperando enterarnos de qué va a ser lo siguiente. Tenemos una constante sensación de que esto no va a mejorar. Cada semana te enteras de que alguien nuevo se va a vivir al extranjero porque, en España, las burbujas ya no tienen colores. 
Empezamos esta crisis creyendo que estábamos pagando los cantos de sirena que nos habíamos creído. Ahora, el problema, es que lo peor que nos han robado ha sido la capacidad para creer. Han hipotecado el idealismo político de los ochenta, lo han hundido y lo han vendido por partes. 
Estamos, me han dicho que dijo alguien, en una plutocracia porque entre unos y otros decidieron asesinar aquello que España soñó una vez que conseguiría.



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