lunes, marzo 05, 2018

Los castillos del infierno


Hay cosas que no te advierten sobre la maternidad. Y mira que te advierten de cosas y que eso de "ya verás ya..." y el "y lo que te queda" se convierten en padrenuestro actual desde el mismisimo momento en el que echas el polvo de la gestación te embarazas.

Pero nadie te cuenta que lo que te entregan simbólicamente después de los pujos del parto (o los puntos de la cesarea) es que entras a formar parte automáticamente de un club muy selecto que se reúne asiduamente en cumpleaños infantiles. De repente es como si, sin darte cuenta, hubieras pasado un rito de iniciación a una logia masónica y cuando menos te lo esperas ahí estás, en el grupo de wassap (siempre lo escribiré así porque sí) del cumpleaños de Pepito. Y tu pensando que los padres de Pepito eran unos rancios que no celebraban el cumple de la criatura. Error. Lo celebraban sin ti.

A mi, quitando familiares y otros animales, no me invitaban a esas cosas. Normal, en mi época antes de minimi hubiese puesto unas quince mil excusas antes que ir a un cumpleaños infantil. Yo les tengo cariño a los hijos de mis amigos pero pasar un sábado por la tarde en la que la principal atracción es un castillo de bolas lo considero más la antesala del infierno que una juerga.

Pero en la era post minimi es lo que toca. El primer cumple infantil te hace hasta ilusión. Ya ves tu, minimi tenía 6 meses y lo único que hizo fue babear con una bola en la mano (fuera del castillo del infierno, no dentro) y pedir teta. Por supuesto en su momento nosotros veíamos que ella era felíz y estaba pletórica y todo eso que crees que pasa cuando las hormonas te invaden como si te hubieras puesto ciega a lsd.

Pero la cosa avanza, y la cosa salta y anda y ya SÍ QUE SABE LO QUE ES EL CASTILLO DEL INFIERNO. Y ahora el chute de hormonas lo que me hace ver no es si ella está mas felíz que una perdiz sino que ese castillo será el causante de una brecha por la que se le salgan los sesos si yo la suelto aunque sea dos segundos. Minimi, claro, lo que quiere es que la suelte, la deje en paz y pueda ir a hacer el bestia con los demás niños.

Yo he intentado explicarle que son mayores y brutos y salvajes perdidos todos, que es lo que veo como buena madre psicótica que soy. Su respuesta fue algo en hebreo y un pelotazo en la cabeza, la mía claro. Porque ya no se limita a babear y pedir teta la muy desagradecida. Quiere independencia y quiere saltar y quiere hacer el bestia y yo cada vez comprendo más a la madre de Norman Bates, la pobre mujer incomprendida.

Quitando los castillos hinchables del infierno el resto es aceptable. Bueno quizás las piñatas tienen su aquel. Creo que con las piñatas se explora el lado mas salvaje del ser humano, a mi en la última hasta me pareció ver patadas voladoras y salpicaduras de sangre.

Y esto va a más, lo sé y lo sé porque aunque nadie te cuenta que a partir del momento del parto eres una invitada más de las fiestas infantiles lo que si se encargan de decirte a partir de ese momento es "huy pues esto no es nada, ya verás ya, lo que te queda, porque cuando empiece el colegio..."


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