martes, agosto 04, 2015

Derecho a réplica

El otro día en Jotdown se publicó un artículo que hablaba sobre cantautores en el que se opinaba sobre Ismael Serrano, entre otros. A los pocos días, en Twitter, Ismael Serrano publicó un enlace con, lo que el mismo llamó, su derecho a réplica. Eso resumido muy resumido porque no es el tema, para mí el tema es ese, el derecho a réplica, que no es un derecho como tal si no la herramienta necesaria que nos permite defender los que sí son derechos básicos y universales como el honor, la dignidad, la intimidad y esas cosillas que en nuestro día a día les damos la misma importancia que echar de comer a los patos.
Esto, claro, nos suena a folclóricas televisivas y artistas indignados pero en realidad es tan esencial que sin darnos cuenta, desde pequeños hacemos uso de él (cuando podemos, cuando nos dejan) porque es el abogado de oficio del pan nuestro de cada día. 
Cómo además lo aprendemos desde pequeños es lo que estamos habituados para joder a los demás y, claro, para que nos jodan (así, hablando mal y pronto que para que pensarlo más). 
Yo, que he crecido en manada, aprendí eso de la réplica de la peor de las formas posibles (o la mejor, según se mire) que fue siendo convocada por mamá en su modo menos tierno para concretar los detalles sobre por qué hermana (la que fuera) y yo nos estábamos liando a leches. 
Ha empezado ella que le ha quitado la cabeza a la muñeca. Mentira y gorda que tu primero le has cortado el pelo a la NancyMINANCY. Porque tu has cogido mi piny y le has puesto el pelo azul de chico y es una chica. ¡Una eme! no es chica que lleva pantalones y es amarillo además tu has dicho que mi Nancy era fea. Yo no he dicho eso nunca jamás porque Nancy es más guapa que tu. ¿Lo ves mamá?
Y así podía durar eternamente hasta que mamá optaba por el modo Herodes y decidía que lo mejor para eso era aplicar sanciones ejemplares: haced las paces e iros a jugar juntas y no os quiero oír ni rechistar. 
Derecho a réplica, imparcialidad, convivencia. Y sin darnos cuenta. 
Habría más formas pero al final la base era la misma, según yo, que no era otra cosa que crear la utopía de enseñarnos a convivir en un mundo en el que respetásemos la réplica, diéramos opción a ella de la misma forma que nosotros teníamos derecho a ejercerla y encontráramos un solución que favoreciera la convivencia, ya no por nosotros (ego meum) sino por el grupo. Esa, claro, ha sido mi conclusión años después (en su momento mama era injusta y tenía claramente hijas asesinasdepinys favoritas).
Pero nosotros, bichos descerebrados que somos, crecimos y convertimos la herramienta en arma. Negando la réplica al de enfrente aprendimos a conseguir las cosas de forma fácil, injusta sí, pero más sencilla que teniendo que demostrar que tenemos más razón que el de enfrente. Así, si nos enfadábamos con Manolita, evitábamos que Manolita (la pobre, que quizás no había hecho nada, o la muy bruja que nos había robado el bocata en el patio, nunca se sabrá...) contara su versión y nos convertíamos en ganadores indiscutibles de nuestra propia película. Lo aprendimos porque sabíamos que, como había hecho mamá, el juez y jurado que nos tocase podría fallar en nuestra contra o, peor, ser justo y hacernos ver que el 100% de razón sobre algo no la tiene nadie. 
Por supuesto crecer también nos convirtió en Manolitas, protagonistas de una situación en donde nadie te va  a preguntar si realmente le has robado el bocata a Pepita o si lo cogiste sólo para quitarle un pelo que habías visto en el chopped, aunque si te lo preguntaran quizás tampoco reconocerías que al intentar salvarla del pelo asesino empezaste a comer el bocata sin querer. 
Crecer quizás es pelear para que en posibles juicios sociales salgas lo peor parado posible. 
O también puede ser, que sé yo, darte cuenta de que has aprendido que, en caso necesario, puedes intentar enseñar aquello de la réplica, la justicia y la convivencia. 



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