viernes, agosto 12, 2011

Las cosas que dejo

Comentarios mañaneros diarios del estilo "en serio, que son como monos" que no queda claro si es una broma de pésimo gusto o algún tipo de daño cerebral no localizado.

Incidencias casi diarias en el transporte público, o dicho en castellano, el metro de Madrid que volará en sueños políticos porque en la realidad es una mierda.

La lucha constante para recibir lo que uno merece por su trabajo: ni agradecio ni pagao, dice mi madre.

El asfalto, que alcanza los 50º a mediodía con una ligereza que no muestra para enfriarse.

Malabares: en una mano la agenda y en la otra el cansancio.

La rutina, que no contempla esfuerzos ni agradece las intenciones.

La ira de meses y meses de pelear contra todo lo visible y lo invisible. Con o sin razón, al final es lo de menos.

La masa, que siempre llega a esta ciudad buscando algo a lo que seguir y por lo que soñar, cómo si Madrid fuera Oz. En blanco o de colores, al final es Masa igual.

La fuerza de la estupidez.

La facilidad con la que se convierte lo sencillo en complicado.

Las horas, los minutos y hasta los segundos. Ya no tengo que hacer cuenta atrás para disfrutar de mi así que puedo prescindir de ellos.

El sonido del despertador, de lunes a viernes, que te devuelve al ruido diario, a horas en las que merece la pena acostarse pero no levantarse.

El esfuerzo por desconectar. Siempre es mejor cuando se hace sin más.

Me llevo, eso siempre, lo mejor de cada día, que es mucho pero pesa menos en la maleta.

Me voy, dejo Madrid hasta septiembre para poder echarlo de menos. Y después ya tendré tiempo de empezar con el estrés desde cero que, en el fondo, da vidilla.

Resumiendo: ¡¡vacaciones!!!

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