sábado, junio 23, 2018

Desvaríos veraniegos

Es verano, ahora sí. Pero hace una semana lo era más en espíritu que en condiciones climatológicas. Aun así hay días en los que decides que se acabó eso de estar en junio y llevar jerséis de lana. Es una declaración de intenciones. La primavera-verano que no termina de llegar, la haces tu. Medias transparentes, vestido vaporoso) que no se diga que no se aprende nada de lenguaje en la sección de moda de alguna revista). Uno de esos días en los que te ves y te sientes bien. Aunque no haya primavera, aunque verano parezca que no va a llegar nunca. Así que, en uno de esos días, si te miran por la calle piensas que es normal y que, quizás, al final esas teorías sobre que lo que sientes en tu interior se refleja en tu exterior pueden ser reales.
Esa era yo hace una semana andando por la calle como si fuera la pasarela Cibeles y pensando que sí, que tenía el guapo subido, estaba clarísimo. Hasta me estaba planteando apuntarme a algún curso de esos de paz interior o lo que sea para mantener esa belleza que hacía que todos me miraran, seguro que los que hay porque ahora mismo hay cursos de todo, como si necesitásemos un título para sobrevivir a cada día de nuestra vida.
Desde mi casa hasta el sitio en el que había quedado habrá aproximadamente un trayecto de 40 minutos. Andar, transporte público y todo lo que sea necesario para relacionarnos sin móvil mediante. 40 Minutos en el espacio público es cruzarse con mucha gente que te mira. Que te miran bien, tu crees, sí, pero te miran. Todo el rato. Pero como yo estaba en modo “la vida es bella” me parecía perfecto, ni la Schiffer iba en sus años tan estirada como yo pensando en que quizás en realidad yo soy un bellezón y ni me había dado cuenta. Pero todas las ilusiones tienen una gran caída. Y la mía vino de manos de una desconocida.
Perdona. Dime. Llevas la falda pillada en las medías, por detrás.
Mátame camión. Ya sabía yo que no podías estar tan buena.
¿Qué bragas llevo? Primer pensamiento extraño, pero claro, es importante ser consciente de qué has estado enseñando exactamente a media ciudad.
A esta chica le ha pasado esto alguna vez. Segundo pensamiento no tan extraño porque en este sistema de hablar mucho con desconocidos a través de las redes sociales es bastante poco habitual que un desconocido se dirija a ti, en persona, para avisarte de que has tenido un absurdo accidente. Me hubiera parecido más probable encontrarme una foto de mi culo (con medias y bragas, eso sí) siendo viral en Twitter que una desconocida, en lugar de publicarlo (prefiero pensar que no lo hizo) me avise para que lo solucione.
Ahora es una de las primeras cosas que pensamos ¿Y si me han grabado? ¿Y si soy viral? Una anécdota graciosa, algo que antes sólo podrías pensar que el único poder que tenía era hacerte poco más que daño en la propia dignidad del momento, ahora se convierte en la posibilidad de vivir una pesadilla. Ya no nos importa tanto que unos cuantos extraños nos vean el culo sino que, a través de Internet, lo que fue gracioso sea un desastre.
La intimidad es una frontera que creamos (como seres humanos que dicen que somos) para protegernos de los otros, para esconder nuestras debilidades, físicas y emocionales. Lo íntimo es nuestro, en exclusividad, y se lo entregamos a aquellos en los que confiamos, a los que queremos o, incluso, a los que queremos querer. Pero todas las teorías o las normas sobre nuestra intimidad han quedado obsoletas. Internet ha devorado todo lo que creíamos saber bombardeandonos con información. Parece que en esta época en la que necesitamos cada vez más información (más rápida, más datos, siempre más) las fronteras de la intimidad se han vuelto transparentes y cada vez tenemos más miedo a cometer errores, aunque sean casuales, porque el error ya no es una parte del camino de aprender, estar expuestos en este escaparate virtual nos ha robado gran parte de nuestra intimidad y nos condena a un estricto juicio social en el que el error es el peor de los males.
Nos hace sentir tan bien creer que tenemos tantos datos que podemos ser dueños de la verdad absoluta que ya no necesitamos ni juez ni jurado porque lo somos nosotros, arropados por la masa virtual.
Elias Canetti, en “Masa y poder”  hablaba sobre como pertenecer a la masa nos afectaba hasta físicamente. Decía, como ejemplo, que cuando vamos en el transporte público o cuando estamos en el cine somos conscientes de que existen unas normas físicas que debemos seguir (qué espacios ocupar, cómo movernos, cómo vestir). Nos convertimos así, en las aglomeraciones, en una parte del cuerpo de la masa, dejamos de ser individuos para pasar a ser una célula. Cuando una persona rompe ese protocolo dentro de la asa es cuando aparece el individuo y no para bien. Nunca para bien por mucho que seamos ciudadanos del siglo XXI y nos creamos que los somos.
Esto ha pasado a las redes, existe un protocolo para que formes parte de ellas y es en las redes en donde vive la nueva masa social de la que tenemos que formar parte. No somos individuos  y sólo los errores, los accidentes, las torpezas, las locuras nos hacen ver que lo somos y eso será siempre rechazado porque pone en peligro a la masa. Y siempre nos dará miedo porque queremos ser esa celula dentro de la masa.
Ahora pienso en eso. Pienso en cosas tontas que me pasaron y que sólo unos cuantos saben. Pienso en errores que cometí y que sólo yo no he olvidado. Pienso, también, en ese escaparate en el que crece mi hija y tengo pánico. Miedo, visceral, a que ella no tenga la opción mañana a equivocarse y aprender de ello, a que crezca pensando que una torpeza te puede arruinar la vida, que un error es algo a lo que temer y no algo sobre lo que aprender.
Por supuesto hay errores y ERRORES, el problema es que internet nos hace perder la perspectiva sobre cuales son importantes.

jueves, abril 05, 2018

Esos comentarios...


"Me he encontrado al tío y me ha dicho" dice mi hermana,así pizpireta como cuando sabe que va a decir una maldad "que cómo eres que nunca bajas a la niña al parque a que le de el sol". Carcajada. Más carcajada.

Así, sin contexto, uno puede pensar que Minimi y yo estamos recluidas en un zulo, grises, sin contacto con la humanidad. También se puede pensar que donde vivo solo hay un parque y que mi tío tiene una caseta en la que reparte entradas y ficha a las buenas madres y a las que no sacamos a las criaturas de casa. Con el solazo que ha hecho durante febrero y marzo. Loca es lo que soy, y mala por no sacar a Minimi al parque durante los 4 temporales que nos han visitado. Con lo que hubiera disfrutado ella sentada en la arena durante el diluvio. No vamos a tener en cuenta que ese mismo tío hace dos semanas me dijo "¿donde vas con la niña con la que está cayendo?" . Es una persona muy preocupada por los efectos de la climatología en los niños.

Pero lo que menos vamos a tener en cuenta (y ahora viene algo que jamás imaginarías...) es que mi hermana me lo ha contado mientras Minimi y yo estábamos...¡tachan! En el parque.

Y esto, amiguitos, es solo una pequeña muestra de lo que aprendes con la maternidad: una paciencia infinita a los comentarios absurdos de los demás.


lunes, marzo 05, 2018

Los castillos del infierno


Hay cosas que no te advierten sobre la maternidad. Y mira que te advierten de cosas y que eso de "ya verás ya..." y el "y lo que te queda" se convierten en padrenuestro actual desde el mismisimo momento en el que echas el polvo de la gestación te embarazas.

Pero nadie te cuenta que lo que te entregan simbólicamente después de los pujos del parto (o los puntos de la cesarea) es que entras a formar parte automáticamente de un club muy selecto que se reúne asiduamente en cumpleaños infantiles. De repente es como si, sin darte cuenta, hubieras pasado un rito de iniciación a una logia masónica y cuando menos te lo esperas ahí estás, en el grupo de wassap (siempre lo escribiré así porque sí) del cumpleaños de Pepito. Y tu pensando que los padres de Pepito eran unos rancios que no celebraban el cumple de la criatura. Error. Lo celebraban sin ti.

A mi, quitando familiares y otros animales, no me invitaban a esas cosas. Normal, en mi época antes de minimi hubiese puesto unas quince mil excusas antes que ir a un cumpleaños infantil. Yo les tengo cariño a los hijos de mis amigos pero pasar un sábado por la tarde en la que la principal atracción es un castillo de bolas lo considero más la antesala del infierno que una juerga.

Pero en la era post minimi es lo que toca. El primer cumple infantil te hace hasta ilusión. Ya ves tu, minimi tenía 6 meses y lo único que hizo fue babear con una bola en la mano (fuera del castillo del infierno, no dentro) y pedir teta. Por supuesto en su momento nosotros veíamos que ella era felíz y estaba pletórica y todo eso que crees que pasa cuando las hormonas te invaden como si te hubieras puesto ciega a lsd.

Pero la cosa avanza, y la cosa salta y anda y ya SÍ QUE SABE LO QUE ES EL CASTILLO DEL INFIERNO. Y ahora el chute de hormonas lo que me hace ver no es si ella está mas felíz que una perdiz sino que ese castillo será el causante de una brecha por la que se le salgan los sesos si yo la suelto aunque sea dos segundos. Minimi, claro, lo que quiere es que la suelte, la deje en paz y pueda ir a hacer el bestia con los demás niños.

Yo he intentado explicarle que son mayores y brutos y salvajes perdidos todos, que es lo que veo como buena madre psicótica que soy. Su respuesta fue algo en hebreo y un pelotazo en la cabeza, la mía claro. Porque ya no se limita a babear y pedir teta la muy desagradecida. Quiere independencia y quiere saltar y quiere hacer el bestia y yo cada vez comprendo más a la madre de Norman Bates, la pobre mujer incomprendida.

Quitando los castillos hinchables del infierno el resto es aceptable. Bueno quizás las piñatas tienen su aquel. Creo que con las piñatas se explora el lado mas salvaje del ser humano, a mi en la última hasta me pareció ver patadas voladoras y salpicaduras de sangre.

Y esto va a más, lo sé y lo sé porque aunque nadie te cuenta que a partir del momento del parto eres una invitada más de las fiestas infantiles lo que si se encargan de decirte a partir de ese momento es "huy pues esto no es nada, ya verás ya, lo que te queda, porque cuando empiece el colegio..."


martes, enero 30, 2018

Oh...desastre

Soy una madre pésima. Pero no en plan "uuuh soy malamadre pero que guay soy solo por decirlo". No. Soy un desastre soberano. Yo ya como persona individual intuía que era un caos, pero oye, serían cosas mías de esas que luego las recuerdas y piensas "qué torpe,chica". Pero ahora...oh, desastre. Minimi sufre mi torpor y yo sufro imaginando su futuro lleno de traumas por mi culpa. La imagino ya, llena de tics y vestida de marron (con vestidos de esos anticuados y leotardos marrones feos y así todo horrible. No tengo nada en contra del marron y los leotardos pero bueno...) diciéndole al psiquiatra "todo empezó en matronatacion".

Nos apuntamos a natación hará como un mes,y despues de pasar (eso sí lo cumplimos a rajatabla) por la gripe, empezamos hace dos semanas las clases. Y tan contentas. Qué como nos gusta la natación. Que qué majas las niñas (que son todo niñas) de natación. Un poco pequeñas pero yo qué se, será que los más mayores estan con sus cosas. Y mira Minimi que nenas más majas. Y Minimi jugando y chapoteando (o como se llame lo que hacen en natación) y tan felíz.

Pero hoy. Oh, desastre. De repente he pensado que me parecía super raro que las clases, que ponía que empezaban a las x y 35 empezaran siempre a las x y cuarto. A ver, yo pensé que menos mal que había profesores que si ya estaba todo el mundo que empezaban la clase. Y que maja la gente que llegaban antes y así nos vamos todos antes. Yo que sé, un pensamiento muy de instituto que conservo todavía.

El caso es que cuando las otras mamás (ahora nos llamamos mamás las unas a las otras en plan cariñoso pero no) me preguntaban la edad se sorprendían mucho pero yo pensaba que es que era porque minimi es chiquitina. Total que a mi me parecía todo normal y estaba tan pichi.

Hasta hoy, repito. En un arrebato inconsciente he mirado los horarios del polideportivo. Y claro. La clase de y cuarto es la de los bebés de 6 a 18 meses y la de y media la de los bebes de 19 a 36. O sea, la nuestra. Así que ahora tenemos que cambiar de clase y confesar al profesor que me he estado colando en la clase anterior. Por supuesto yo ahora me fustigo pensando que Minimi ya había hecho amigas y voy yo y destrozo una amistad que iba a durar años. Las veía yo eligiendo universidad juntas. Y ahora nada. Irá a clase de mayores que la mirarán como la nueva, no será tan felíz en natación Y terminará en un psiquiatra diciendo "mi madre es tolai y me metió en natación de bebés mas bebés para luego cambiarme a las dos semanas".


Esto empieza con la natación y sigue con cosas peores, que lo se yo. 

martes, noviembre 21, 2017

Ley de vida

Se hace complicado encontrar una rutina, intentar que lo "imprescindible" de antes vuelva a tener algún sentido en el ahora. Que aquellas cosas tan trascendentes que te hacían tan feliz o tan desgraciada sean importantes de nuevo. No lo volverán a ser, eso casi lo se, pero quieres que vuelvan sólo por sentirte algo más joven, como cuando miras fotos y ves a una tu de hace 20 años y crees que si te esfuerzas puedes recuperarla.
"Es ley de vida, hija", eso nos intentaba enseñar mi padre sobre las cosas más importantes. Y a mi me sonaba a prepotencia de mis mayores por pensar que yo no entendía, con lo mujer que era, con todo lo que yo sabía, cómo no iba a entender. Y filosofaba y le decía que claro que es ley de vida, a ver qué se creía, que yo ya sabía y que las cosas pasan, y que el tiempo se evapora pero que si piensas así o que si haces asá  todo es distinto, que somos dueños de considerar lo que es importante y lo que no. Y se reía o se enfadaba o filosofaba él también pero a mi me daba igual, la verdad, porque eso también es ley de vida, no escuchar, no empatizar, creernos más que quien ya sabe por donde te va a tocar caminar.
El mes pasado, en su funeral, una de las mil caras borrosas que vinieron a darnos el pésame (borrosas por lo confuso que es todo en ese momento, se agradece aunque luego no sepas ubicar qué ni quien ni cómo) me dijo algo sobre lo triste y lo duro y lo mal que se pasa y yo, sin pensar, casi escuchando esa voz de locutor tan suya, dije "es ley de vida". Y lloré, porque entendí.  
Ahora es imposible no ponerme profunda cuando alguien se enfada por o pena por cicatrices que desaparecerán. Pero me callo, claro, escucho, intento empatizar, recuperar algo de esas importancias que ya no existen solo para sentirme de nuevo un poco más joven, intentando invocar a aquella que vivía la más absurda de las situaciones diarias como un gran acontecimiento que te pudiera cambiar de por vida. Aunque se que no, que es ley de vida que lo que te cambie realmente sea la muerte.

viernes, junio 30, 2017

Te quiero mucho...

Había un sillón de orejas en el comedor. De piel o cuero o plástico bonito, con flecos rojos en los bajos y un remiendo en el brazo derecho,el lado por el que podía trepar hasta quedar entre el respaldo, decorado con botones que hacían formas raras que en mi cabeza eran flores, y su espalda. La espalda mas grande del mundo. La más fuerte. Recta. Con pecas "de la mili, hija. Del sol y la nieve de Elizondo". yo no entendía, daba igual. Contaba las pecas, jugaba a unirlas hasta llegar al cuello, más moreno, con el pelo rizado siempre corto "¿cómo lo ves? ¿lo tengo largo?". Era cómo escalar una montaña, siempre más grande que yo, más fuerte. Caer, desde los hombros hasta sus brazos. Yo tan pequeña, él tan grande. Cosquillas y "te quiero mucho, como la trucha al trucho". Frases tontas que duelen con los años.
Come. Abrígate que hace frío. No hagas eso. Ten cuidado. Lo primero son los estudios. A ver con quien vas. A ver a qué hora vuelves. Anda que llamas ¿Cómo estás, hija?
Una espalda blanca, blanquisima, encorvada, pequeña. Todo huesos que se clavan. Todo se clava. Las pecas de Elizondo se han convertido en manchas marrones y han aparecido lunares nuevos, sin avisar y sin denominación de origen,que les quitan todo el protagonismo. Carne, piel y hueso y mucho peso. Ahora todo pesa más. Ya no hay sillón de orejas, hay silla de ruedas, un esqueleto de hierros que no da calor ni dibuja nada. Ya no hay montaña, ya no hay brazos que frenan la caída. Yo tan grande, él tan pequeño.
Qué es mejor, qué es peor. Yo opino que. Yo si, yo no. Buscar el equilibrio, reencontrar lugares comunes. Asumir que lo mejor no se va a recuperar, lo mejor de nosotros se lo ha comido el tiempo y nos ha escupido esto. Madurar es, quizás, saber que no has madurado. Madurar será, quizás, aprender a decir adios a lo que fuimos.
Ten cuidado. Come. Nos hagas eso. Anda que llamas ¿cómo estás,papá?

viernes, febrero 03, 2017

Madres

Se habla mucho de maternidad últimamente. Yo sí, es mi novedad, igual que en su momento hablaba de bares o de asignaturas o de proyectos o de naderías, ahora es lo que me toca, es mi rutina y no me importa. Que no me importe no quiere decir que considere que es el mejor estado de la mujer (o del hombre), ni el peor, es simplemente mi actualidad. Podría hablar de mil cosas, pero no es lo que me apetece.
Me llamó la atención ya hace tiempo con la que se montó con Orna Donath, me resultó un poco absurda una polémica sobre un estudio que se hace sobre las mujeres en Israel. No digo que en España no haya arrepentimientos, digo que el estudio de Orna es de Israel, con su contexto y su historia. Extrapolarlo es lo que me parece absurdo porque nosotras, españolitas, no hemos pasado por esa presión social ni en nuestras mejores pesadillas. Yo entiendo que tenemos ganas de decir "eso a mi tambien me pasa" pero con esta mujer lo viral se nos fue de las manos porque de repente ya el contexto ni mencionarlo y a la Historia que la den, cosa que es esencial en un estudio social porque, normalmente, los estudios no se hacen para tener "me gustas" en Facebook sino para cambiar algo y, en determinadas zonas, hay mucho por cambiar. Pero que nada nos joda una buena publicación en las redes.
Ahora se ha liado parda con Samantha Villar. Y yo me pregunto ¿somos la generación que acaba de descubrir la maternidad o qué? ¿Cuando nuestras madres decían "cualquier día cojo la maleta y me voy" pensábamos que se referían a que, aunque vomitaran unicornios, querían pasear? A mi lo de Samantha Villar (y mira que me cae bien y que entiendo a lo que se refiere) me suena a aprovechar la polémica de Orna para vender. Y es que lo leo y me sigue pareciendo todo absurdo, quizá porque lo más normal que he leído en relación al tema es esto y tiene pelotas que tengamos que escribir cosas tan evidentes a estas alturas.
Que la maternidad en rosa es un invento es algo que se creó hace más de un siglo, cuando las mujeres empezaron a controlar (de la forma que sea) la natalidad (porque los hombres no estaban por la labor) y, en cierto punto demográfico, se llegó a la conclusión de que o se pintaban las cosas bonitas o la población se iba a la mierda y con ella los impuestos. En los últimos años, con las redes sociales que nos quitan el tiempo, parece que la cosa vuelve a estar de moda ¿a quien no le gusta una foto de su bebé haciendo monerías como si no hubiera tenido cólicos jamás y vomitara arco iris? yo soy muy adicta a cotillear las fotos de las mamás instagramers (o como se llamen) que parece que levitan y te hacen pensar que todo es cojonudo. Pero es que también veo Anatomía de Grey y no creo que las relaciones sean eso, entendamonos, a ver si ahora (con canas en todas partes) vamos a tener que explicarnos que una cosa es el entretenimiento y otra la realidad.
Puede que el tener una familia grande en donde ya he sufrido a bebés sobrinos y bebés primos ha hecho que el postparto no fuera un infierno como para cortarme las venas. Es duro, sí, pero para mi (para mí, para mí y para mí) fue peor el embarazo. Igual que tampoco consideré la selectividad como el momento más estresante de mi vida que iba a marcar un antes y un después y blablabla. Cada uno interpretamos las situaciones de una forma pero deberíamos (todos) ser lo suficientemente objetivos para detectar cuales son los problemas reales de la sociedad en la que vivimos en relación a determinados temas. En mi opinión, en España, el problema no es si quieres ser madre o no. O si eres madre o no. Sí, hay presión, sí, quieres matar a la gente por su opinión, pero la presión no es tal como para que te marginen socialmente. Sin embargo, vivimos en una sociedad en la que la madre es un factor fundamental a todos los niveles pero, en cambio, del padre no se habla. Nosotras, madres, parecemos todas la virgen María, se habla de nosotras como si hubiéramos concebido por ósmosis y como si criáramos en soledad. Ellos están, existen y también lo pasan mal. Quizás no físicamente pero tienen el handicap de no poder quejarse porque parece que sus molestias son chorradas en comparación a las nuestras. Es lo físico contra lo psiquico, lo visual contra lo abstracto. Nosotras padecemos, sobre todo, físicamente, pero lo psicológico está en ambos con la salvedad de que a nosotras se nos permite despotricar (hasta publicar y ganar pasta) sobre el tema pero a ellos no.
Yo seguiré quejándome ( o no) de lo mío, por supuesto, pero porque, ya digo, es lo que me toca.