martes, agosto 13, 2013

Cosas que odio


En mi lista de “Cosas que odio sin motivo aparente” uno de los primeros puestos, seguido muy de cerca por los pájaros –a las palomas no sé si las odio, me dan miedo, pero los canarios merecen una mención especial por ser bichos repugnantemente molestos; los periquitos también tienen toda mi aversión – están las impresoras.
ODIO las impresoras y ellas me odian a mí. Y tanto en mi trabajo oficial como en mi trabajo hobbie las impresoras son parte fundamental. Especialmente en mi trabajo con nómina. En la medida de lo posible, si puedo, las evito. Eso se traduce en: cargo de trabajo a compañeros para que me impriman cosas porque yo odio las impresoras y así mis compañeros pueden tener algo nuevo en su lista de odios que puede ser, perfectamente, una yo.
En el fondo mi odio irracional genera una dinámica social perfectamente sana porque todos necesitamos y merecemos una lista de odios. Incluso dos, una con motivos y otra sin motivos. En la mía, la de sin motivos (la de con motivos es deprimente, escribes los motivos y te das cuenta de que no son de peso y tienes que dejar de odiar lo que, reconodcamosloes un coñazo), hay un importante número de cosas que detesto con todo mi ser, además de las impresoras y los bichos con plumas. Cómo por ejemplo que la superficie lateral de los cubiertos no esté bien pulida. Así, sin más, podría tratarse perfectamente de un T.O.C pero no, soy hipocondríaca, me habría dado cuenta de que tengo de eso. Simplemente es que no me gusta el tacto y, ya que comer implica una determinada cantidad de tiempo, prefiero pasar ese tiempo de forma agradable y el tacto del metal sin pulir no lo es.
Pero eso está bastante por debajo de las impresoras. Y de las cucarachas con plumas.
También odio de forma visceral los besos en la frente, los “empujoncitos” en la espalda para meterte prisa y que me hablen antes de tomarme un café. Hasta la tele antes del café me molesta profundamente. Creo que esas tres cosas estarían a la altura de las impresoras, puede que alguna incluso las supere porque me provoca ese nervio nivel “no vuelvas a acercarte a mí en la vida”. Realmente a veces me dan ganas de pegar pero es demasiado políticamente incorrecto decir que quieres pegar a gente porque te habla por las mañanas. Pero a veces pasa.
También me pasa con la gente que me llama “cielo”. ¿Cielo? ¿En serio? Ya no sólo porque yo soy de todo menos un cielo, sino porque, de verdad ¿qué sentido tiene? ¿Qué tipo de adjetivo es? ¿El que no es cielo es infierno? ¿Núcleo terrestre? Es un apelativo supuestamente cariñoso que para mí, no sólo no tiene sentido sino que me parece una soberana gilipollez. Así que la gente que usa esa palabra para hablarte no me suele inspirar confianza, suele ser gente de laca y uñas extra largas que arrastran la “e” cuando te dicen “¿cómo estás, cieeeeeelo?”. Odio nivel impresora, sin duda.
En mi defensa he de decir que también hay una lista de cosas que me encantan, como por ejemplo hacer listas de cosas. Es muy cliché, lo sé, no ser original no es algo que odie porque ninguno lo somos. Pero la lista de cosas que me encantan no viene a cuento porque la que me está puteando en este preciso instante es una impresora que, incomprensiblemente, me dice que no imprime porque no tiene papel. Lo tiene. En todas las bandejas. Así que voy a esperar a que alguien decida imprimir y salgan mis cosas junto con las suyas y mientras voy a seguir pensando en todas esas cosas que me inspiran las mismas ganas de pegar una patada como la impresora de las pelotas.
He dicho.

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